1. INTRODUCCIÓN
La educación de sordos se ha caracterizado históricamente por la controversia entre distintos enfoques, básicamente por la oposición entre aquellos que enfatizan el desarrollo de la lengua oral, descartando el uso de la lengua de señas (en adelante LS) utilizada por la comunidad sorda del país y aquellos que defienden un enfoque en que ésta se reconoce como la primera lengua de las personas sordas, utilizándola para enseñar contenidos y desarrollando el conocimiento de la lengua mayoritaria como una segunda lengua. En este trabajo, se entregan antecedentes que fundamentan la adopción de un modelo bilingüe en la educación de sordos y se analiza cómo, desde este enfoque, pueden implementarse estrategias en las que la LS sea utilizada para desarrollar la lengua escrita.
1.1. EDUCACIÓN DE SORDOS Y LITERACIDAD: LAS LIMITACIONES DEL MODELO ORALISTA
En términos generales, la educación de sordos no ha sido muy exitosa en la enseñanza de la lectura y la escritura a los niños sordos. Los resultados reportados consistentemente en EE.UU. y otros países muestran que el logro académico, incluyendo el nivel lector de los jóvenes sordos que egresan del sistema escolar, es equivalente a lo que es considerado normal en niños oyentes de tercero o cuarto básico en promedio (Power y Leight, 2000; Wilbur, 2000).
A pesar de décadas de esfuerzo concertado, la mayoría de los niños sordos progresan solo a una fracción de la tasa en que lo hacen los niños oyentes en lo que respecta al aprendizaje de la lectura /..../ Solo alrededor del 3 por ciento de aquellos que tienen 18 años leen al mismo nivel que lo hace un lector promedio de 18 años (Marschark, Lang y Albertini, 2002: 157).
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Resultados similares fueron reportados desde Suecia durante los 1960 y los 1970. A pesar del rápido y extenso desarrollo tecnológico a partir de 1950, el que trajo como resultado mejores audífonos y equipamiento en la sala de clases de las escuelas, la habilidad promedio para leer sueco de un joven sordo egresado del sistema escolar, estaba muy por debajo del nivel apropiado para su edad, al igual que sus habilidades de lenguaje oral (Amcoff, 1973; Nordén 1969; Svartholm, 1984). La principal explicación de por qué el aprendizaje de un lenguaje hablado constituye una dificultad tan grande para los niños sordos, es que para estos el habla no está asociada primordialmente a sonidos, sino sólo a pequeños movimientos de la boca. Estos movimientos que el niño puede ver son muy similares unos de otros y, por tanto, muy difíciles de descifrar. A pesar de esto, la educación de sordos ha insistido en muchos casos en usar el lenguaje oral como la base para todo el aprendizaje en las clases. Esto es lo que se conoce como el método oral; la filosofía educacional que está a su base es el "oralismo" (Moores, 1987).
Aunque el lenguaje hablado era el foco principal en el método oral, en la enseñanza de la lectura y la escritura los profesores recurrían también a la imitación, i.e., hacían que los niños copiaran palabras y oraciones del pizarrón. Para muchos niños sordos, estas actividades resultaban carentes de significado y no lograban desarrollar competencias en lectoescritura a partir de estas (Lynas, 2005; Svartholm, 1984).
1.2. LA COMUNICACIÓN TOTAL COMO ALTERNATIVA AL ORALISMO
Hasta finales de los 70 el lenguaje hablado era, en la mayoría de los países, la única modalidad de comunicación aceptada en las aulas para niños sordos (Moores, 1987; Power y Leigh, 2000). Uno de los argumentos encontrados en la literatura es que, al comunicarse con señas, el niño sordo nunca experimentaría la motivación necesaria para enfrentar la difícil tarea de aprender a hablar. Más aún, se ha argumentado que las señas son concretas, manteniendo al niño en un bajo nivel de desarrollo cognitivo e impidiéndole comunicar ideas abstractas. La investigación lingüística acerca de las LS ha probado que estas concepciones son erróneas; pero siguen siendo encontradas entre muchos educadores de sordos (Svartholm, 1984).
A finales de 1960 y principios de la década de los 70 la necesidad de un cambio en los métodos para la enseñanza de los sordos se hizo evidente en los EE.UU. y también en otros países, particularmente en Suecia. Para entonces, el concepto de Comunicación Total se había difundido. En la práctica, Comunicación Total significa que los profesores pueden utilizar señas o gestos simultáneamente con el habla y cualquier otro medio visual para transmitir un mensaje. Así, el niño sordo no tiene que depender sólo del habla para comprender lo que se dice en clases (Moores, 1987).
Algo más tarde, en EE.UU. varios sistemas artificiales, correspondientes a distintas versiones del "Inglés Signado", fueron desarrollados por educadores de sordos con propósitos pedagógicos y se suponía que presentarían los elementos del inglés hablado en señas. Un sistema similar, denominado "Sueco Signado", fue construido en Suecia en la década de los 70. El postulado fundamental, ligado al uso de estos sistemas, era que las palabras del lenguaje hablado y las señas debían usarse simultáneamente; de este modo, a cada palabra en el lenguaje hablado le correspondería una seña. Se pensaba que este método no solo haría la comunicación entre personas sordas y oyentes más fácil, sino que también haría más fácil para los niños sordos el aprender a hablar el idioma del país (Bergman, 1977). Sin embargo, después de aproximadamente 25 años del uso pedagógico de sistemas de este tipo en EE.UU., el promedio de estudiantes sordos de secundaria había logrado avanzar tan solo un año en su desarrollo: de tercero a cuarto grado (Paul y Quigley, 1994). En Suecia los primeros años del uso del sueco signado fueron bastante prometedores. Sin embargo, resultó que las mejoras en la comunicación del aula fueron pequeñas y poco satisfactorias, al igual que las mejoras en las habilidades en el uso del sueco en los niños sordos (Ahlgren 1984; Svartholm 1997). Los niños sordos no percibieron el sueco signado como sueco, sino más bien como señas acompañadas de movimientos de la boca, por lo que no se trataba de una estrategia eficiente para el aprendizaje de dicha lengua (Svartholm, 2010).